sábado, 20 de junio de 2015

EL PRÍNCIPE
Maquiavelo escribe El Príncipe en 1513 mientras se encuentra encarcelado acusado de conspiración. La historia es un manual de instrucciones de como gobernar. Su objetivo es mostrar como los príncipes deben gobernar sus estados, según las distintas circunstancias, para poder mantenerse con éxito en el poder. Con distintas referencias a personajes históricos que han ostentado el poder, muestra como la conservación del poder obliga en ocasiones a obrar "contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad y contra la religión". Todo ello requiere dejar a un lado un plano mas utópico para examinar comportamientos mas reales y efectivos que con frecuencia contradicen la moral. Llama la atención que cinco siglos después, sus palabras siguen absolutamente vigentes, y que el "juego" de la política no ha cambiado practicamente nada, inmerso en un maremagnum de mentiras, corrupciones y abusos, que quizás comprendamos mejor mirando al pasado del que venimos. 
La adaptación y dirección corre a cargo de Juan Carlos Rubio, que consigue acercarnos una obra a priori complicada de una forma entretenida y ágil, donde asistimos boquiabiertos, a las similitudes con la época en la que vivimos. 
Con una puesta en escena mimada y sencilla, que nos sitúa en lo que podría ser el despacho de un alto ejecutivo, nos encontramos con un hombre impecablemente vestido, que se mueve como pez en el agua entre abarrotadas estanterías llenas de libros que acaricia con admiración. Y allí solo, reflexiona, no sabemos a que hora del día, ni en que lugar, y comienza a grabar los conocimientos que ha adquirido a través de sus experiencias en contacto con el poder, a modo de regalo para un interlocutor que quizá ni siquiera los quiera. 
Dando vida a este hombre, esta Fernando Cayo, en una interpretación magistral, que con una sucesión continua de acciones, tan simples como jugar con unos terrones de azúcar o mas contundentes como su transito por la comedia del arte para contarnos el modo de preceder de Oliverotto, enfatiza cada palabra con la que pretende dejar memoria de todo su conocimiento. 
Una fantástica experiencia teatral, mágica y reveladora que se completo con un encuentro con el publico, siempre tan de agradecer, en un día con un significado muy especial por la actualidad política, con la constitución de tantos gobiernos municipales, que aspiran a hacer las cosas de otra forma. 
Una obra muy, pero que muy recomendable, para disfrutar de una magnifica adaptación de una gran obra y de una interpretación impresionante. 
"Que bajo vuestros auspicios se cumpla finalmente la sentencia de Petrarca: 'La virtú tomará las armas contra el furor; y el combate será corto porque la antigua valentía no está extinguida aún de nuestros corazones'".