sábado, 9 de enero de 2016

MEDEA
Tras su estreno en el Festival de Mérida llega al Teatro Español esta Medea, un texto de Vicente Molina Foix, basado en Eurípides, Séneca, Apolonio de Rodas y los relatos poéticos de Ovidio, donde Molina Foix introduce elementos nuevos y recrea algunos personajes como la Nodriza, el Preceptor y a Creonte, muy libremente. 
Con una puesta en escena muy cuidada y elegante presidida por una gran puerta y un pequeño montículo coronado por un árbol de Francisco Leal, la tenue iluminación de Toño Camacho, una sugestiva música de Mariano Díaz y un bonito vestuario de Pedro Moreno nos asomamos a la tragedia de Medea, donde tampoco faltan audiovisuales para ambientar algunas de las narraciones. Pero aunque toda la puesta en escena resulta impecable el conjunto no acaba de funcionar del todo y la tragedia queda un poco fría, desde luego el abuso de la voz en off no ayuda (no se entiende mucho porque la escena en que Medea esta realizado el conjuro no lo hace con voz en directo, seguramente la fuerza de su parlamento sería mas potente). Tampoco ayuda a mantener la tensión algunas de las narraciones, caso de la aventura de los Argonautas cuando Jasón consigue el vellocino de oro, que se hacen un poco largas o momentos como la escena con el joven Jasón (demasiado hierático) que resulta muy fría. 
El elenco, a priori, resulta de lo mas interesante, el personaje de la Nodriza a la que da vida Consuelo Trujillo, que sufre como propio todo el dolor de Medea, resulta maravilloso, también están fantásticos los corifeos Alberto Berzal y Olga Rodríguez que trasmiten perfectamente los sentimientos de un pueblo que desde la distancia que les aleja del poder, asisten perplejos a los acontecimientos que protagonizan sus gobernantes. Impecable Luis Rallo, el preceptor de los hijos de Medea y Jasón. Poika Matute es Creonte, su interpretación resulta un poco desconcertante, en cuanto a Adolfo Fernández, Jasón, (actor que me encanta) esta aquí un poco apagado, le falta fuerza, parece más un héroe cansado que el hombre ambicioso que repudia a su mujer para casarse con la hija del rey de Corinto. En cuanto a Ana Belén, sin duda, el reclamo de la función, tiene momentos muy buenos aunque se hecha de menos ese sufrimiento, esa lucha y ese desgarro interno que la llevan a hacer lo que hace. 
La obra no esta mal, resulta entretenida pero le falta un poco de pasión, de fuerza y de energía para levantar emociones en el patio de butacas.